Edificios Religiosos y el Museo de Navarra

LOS EDIFICIOS RELIGIOSOS Y EL MUSEO DE NAVARRA

LA BASÍLICA DE SAN IGNACIO.

Este templo se levanta en el lugar en el que, según la tradición, cayó herido San Ignacio defendiendo el castillo de Pamplona en el año 1521. Para conmemorar este hecho en 1950 se levantó un monumento copia del que se encuentra en el Santuario de Loyola (1). Las obras de la basílica (2) se comenzaron en 1669, siguiendo unas trazas que habían sido enviadas desde Sevilla, y no concluyeron hasta 1694. En el interior, la cúpula se encuentra cubierta por una rica decoración de yeserías, y en el presbiterio se encuentra un retablo barroco de la primera mitad del siglo XVIII.

En 1767, tras la expulsión de los jesuitas de España, la basílica quedó anexionada a la parroquia de San Nicolás, y en el año de 1892 se cedió a los religiosos redentoristas. En 1927, tras la construcción de la nueva iglesia de San Ignacio, se derribó parcialmente la nave de la antigua basílica, por lo que quedó en plena calle el lugar donde la tradición dice que cayó el santo, ahora señalado con una placa, y que antes se encontraba en el interior del templo.

Por la calle Cortes de Navarra llegamos hasta la cuesta de Labrit, donde muere la calle de San Agustín. En esta calle se encuentra la Basílica de San Martín (3), un pequeño edificio barroco con una portada proyectada en el siglo XVIII por Pedro de Aizpún. Sobre la puerta se puede ver un ostensorio, emblema de la Cofradía del Santísimo Sacramento que ocupa la capilla, y a ambos lados dos escudetes con las Cinco Llagas.

En la misma calle la parroquia de San Agustín (4) se emplaza donde estaba ubicado el antiguo convento de los Agustinos, fundado por Carlos II de Navarra en 1355. El edificio que ha llegado a nuestros días se ajusta al tipo de planta conventual del siglo XVI, fechas en las que se levantó la iglesia que hoy contemplamos. La fachada, sin embargo se levantó entre 1887 y 1900, siguiendo los planos del arquitecto diocesano Florencio Ansoleaga. En el interior se encuentran algunos retablos barrocos, entre los que destacan los de San José y el del Ángel de la Guarda, procedentes del desaparecido convento del Carmen calzado.

En la iglesia de San Agustín se realiza en Jueves Santo la representación religiosa que conmemora el Voto de las Cinco Llagas de la ciudad de Pamplona. Durante la virulenta epidemia de peste que sufrió la ciudad en 1599, el obispo tuvo una revelación en la que se le prometía que los sanos no enfermarían y que los enfermos curarían si colocaban en su pecho un sello con la representación de las Cinco Llagas de Cristo. Dada la efectividad de la medida y en agradecimiento, el Regimiento de la Ciudad decidió celebrar perpetuamente este voto llamado “de las Cinco Llagas”.

La calle Compañía, paralela a la anterior, recibe este nombre por ser la que albergaba la primera casa que tuvo la Compañía de Jesús en Pamplona, que se inauguró a fines del siglo XVI. Los jesuitas pronto abrieron también el Colegio de la Anunciata y a su lado levantaron a principios del siglo XVII la iglesia de Jesús y María (5), que tras la expulsión de la Orden se convirtió en la capilla del seminario, como reza la inscripción de su fachada.

En 1927 la iglesia volvió a manos de los jesuitas, pero al construir la Orden el colegio nuevo, se trasladó allí la parroquia de San Juan Bautista de la Navarrería en 1951. Hoy ocupa el edificio la Escuela Oficial de Idiomas de Navarra, que abrió sus puertas en 1978, y que alberga en su interior el patio del antiguo colegio.

Siguiendo la calle Compañía hasta la calle Curia, descendemos por la tradicional calle de la Mañueta hasta el mercado de Santo Domingo (6), el más antiguo de la ciudad, que se construyó en 1876 en el mismo lugar que ocupaba el mercado viejo, destruido por un incendio.

En la calle del mismo nombre se encuentra el antiguo Seminario de San Juan (7), construido gracias a las donaciones del noble baztanés Juan Bautista Iturralde en 1734. Siguiendo los ejemplos de la arquitectura barroca de la ribera, en el piso superior se abre una galería abierta, como sucede también en Pamplona en el palacio episcopal, levantado en las mismas fechas.

El edificio conserva la capilla neogótica de finales del XIX, donde está instalado el Museo Pablo Sarasate, con objetos personales del artista, un busto del mismo realizado por Mariano Benlliure, los violines y el piano que utilizaba el músico, entre otras cosas.

Algo más adelante, en la misma calle, se encuentra el convento de Santo Domingo (8). Toda esta zona, que se encuentra en la parte trasera del Ayuntamiento, se conocía como “el barranco”, y no se comenzó a urbanizar hasta el siglo XVI. Hasta ese momento servía para canalizar las aguas que bajaban por la actual calle de la Mañueta hasta llegar al río Arga.

Fue en el siglo XVI cuando se decidió instalar aquí a los frailes dominicos, que habían sido desplazados de su anterior emplazamiento en un extremo de la plaza del Castillo, para poder levantar en su lugar el castillo de Fernando el Católico. El convento primitivo se encontraba bajo la advocación de Santiago, porque dentro de sus dependencias se encontraba una ermita dedicada al apóstol. Por esta razón en la portada del actual edificio se puede contemplar todavía una imagen del santo vestido de peregrino junto con otros dos santos dominicos, Santo Tomás de Aquino y San Vicente Ferrer.

La obra de la iglesia se inició en 1529 y se concluyó en 1543. A finales del siglo XVII se levantó el claustro, que hoy se encuentra en las dependencias del Departamento de Educación y Cultura. El convento jugó un importante papel en la historia de la educación navarra, ya que albergó la Universidad Pontificia y Real de Santiago, que se fundó el 26 de abril de 1630 bajo el reinado de Felipe IV. Erigida canónicamente por el Papa Urbano VIIII, en ella se impartían Artes, Teología, Medicina y Leyes.

El convento sufrió varias exclaustraciones temporales, hasta la definitiva que tuvo lugar en 1836, cuando se destinaron sus dependencias para Cuartel de infantería y Hospital Militar. Hoy es la sede de la Consejería de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra, y únicamente la iglesia conserva el culto.Claustro del Convento de Santo Domingo.

La iglesia de Santiago sigue la tipología característica de los templos dominicos: una amplia nave con capillas entre los contrafuertes comunicadas entre sí, crucero saliente y cabecera pentagonal entre dos capillas cuadradas. La fachada se realizó con posterioridad, en la segunda mitad del XVIII. En el interior destaca, además de una interesante muestra de retablos barrocos, el retablo mayor, realizado por Pierres Picart y Juan de Beauves, la capilla rococó de San Vicente, situada frente a la puerta de entrada, el relieve de la Sagrada Parentela, fechado en 1560, que se encuentra en la capilla de Nuestra Señora de Nieva y el órgano, de mediados del siglo XVIII.

EL MUSEO DE NAVARRA (9).

Tras la anexión de Navarra a Castilla, los nuevos monarcas no se ocuparon tan sólo de renovar las defensas de la ciudad, sino que también se encargaron de dotar a ésta de algunas instituciones que resultaban necesarias. Entre ellas se encuentra el Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, que se instaló junto al portal de la Rochapea antes de 1547.

Para su mantenimiento se le permitió monopolizar la venta de naipes y dedicarse a la impresión de libros, y a partir de 1757 se impartían en él clases de medicina y anatomía. El hospital funcionó como tal hasta 1925, y a partir de 1956 se convirtió en sede del Museo de Navarra. En 1932 el Hospital de beneficencia pasó a depender del Servicio Navarro de Salud y se trasladó a la zona conocida como “Soto de Barañain”, donde sigue instalado.

De la construcción original se conserva la portada, que se levantó en 1556 y es obra de Juan de Villarreal, y la antigua capilla, levantada en 1547 por el cantero Juan de Anchieta. La fachada de la capilla no es la original, sino que se trata de una obra barroca del siglo XVIII que procede de la iglesia de la Soledad de Puente la Reina y fue trasladada aquí en 1934.

En la capilla se encuentra hoy una interesante exposición de arte sacro, donde destaca el retablo del desaparecido convento del Carmen Calzado, barroco, de mediados del siglo XVIII y el retablo renacentista de San Juan Bautista, de la parroquia de San Juan de Burlada.

La colección:

El museo cuenta con piezas de la prehistoria y la protohistoria situadas en el sótano. La primera planta se encuentra dedicada al arte romano, donde destaca la colección de mosaicos, procedente principalmente de villas rurales. El arte medieval se distribuye entre la primera y la segunda planta, y entre las piezas que se exponen, sobresalen por su excelente calidad los capiteles románicos procedentes de la catedral vieja, la arqueta hispano-musulmana del monasterio de Leire y el cáliz que Carlos III regaló a la iglesia de Santa María de Ujué. Las obras del Renacimiento se encuentran en la segunda planta, y además del conjunto de pinturas murales procedentes del palacio de Oriz, se encuentra una magnífica talla en madera de San Jerónimo penitente obra de Juan de Anchieta. La tercera planta está dedicada a los siglos XVII, XVIII y XIX, con obras de Vicente Berdusán, Claudio Coello y Mateo Cerezo, además del ciclo de la Creacción pintado sobre cobre por el flamenco Jacob Bouttats. Una especial mención merece el retrato del Marqués de San Adrián, pintado por Goya en 1804. Finalmente la colección se cierra con obras del siglo XX.

CONVENTO DE LOS CARMELITAS DESCALZOS (10).

Durante el siglo XVII las nuevas fundaciones de órdenes religiosas se fueron asentando en el interior de la ciudad. Las primeras en hacerlo fueron las Carmelitas Descalzas, que ocuparon el solar que quedó tras el derribo del castillo de Fernando el Católico, y las siguieron las madres Agustinas Recoletas y los Carmelitas Descalzos.

Los Carmelitas consiguieron el permiso para instalarse en el recinto amurallado en 1637, pero tuvieron problemas a la hora de levantar su iglesia, ya que la cercana parroquia de San Lorenzo interpuso un pleito, ya que pocos años antes se había consagrado la iglesia de las Agustinas Recoletas, y el párroco de San Lorenzo consideraba que otra iglesia más en una zona tan próxima iba a restar feligreses e ingresos a su propia parroquia. Finalmente se obtuvieron los permisos, y la iglesia de los padres Carmelitas se terminó en 1673. La fachada se puede contemplar con una cierta perspectiva, a pesar de encontrarse en medio del apretado trazado urbano del casco antiguo, porque los Carmelitas se encargaron de derribar parte de las edificaciones cercanas, produciéndose un ensanchamiento en la calle Descalzos al llegar al convento. Las trazas corresponden a la típica arquitectura conventual del XVII, muy semejantes a la cercana iglesia de las Recoletas. En el interior destaca la capilla de San Joaquín, remodelada en el siglo XVIII con una profusa decoración de yeserías.

Por la calle del Santo Andia llegamos a la plaza de la Virgen de la O (11), donde se encuentra su pequeña basílica. Antiguamente esta recogida plaza constituía el corazón de la Pobla Nova del Mercat, que formaba parte del Burgo de San Cernin, y era el lugar donde residían los labradores, que tenían su cofradía en la misma ermita de la Virgen. Esta cofradía, conocida más tarde como Languinobrari, aún conserva sus constituciones medievales. La basílica se reformó a lo largo del siglo XVIII, pero la intervención más radical tuvo lugar en 1987, cuando se derribó por entero la antigua ermita para construir una nueva edificación moderna que se inauguró en 1988.

En el interior se encuentra la Virgen de la Esperanza o de la O, una monumental escultura realizada en piedra policromada que se fecha en la primera mitad del siglo XIV, y que se suele poner en relación con la Virgen del Amparo del claustro de la catedral de Pamplona. Resulta peculiar en esta talla el gesto del Niño, que acaricia con su mano la barbilla de su madre, como en algunas Vírgenes francesas.

CONVENTO DE AGUSTINAS RECOLETAS (12).

El convento fue fundado por Juan de Ciriza, secretario de Felipe III, que realizó las gestiones para que la Corona, dueña de estos terrenos, los cediera a las madres recoletas. Las trazas del edificio fueron encargadas al Arquitecto y Trazador de las Obras Reales y Maestro Mayor de la Villa de Madrid Juan Gómez de Mora, que también realizó, entre otras obras, el trazado de la Plaza Mayor de Madrid. Las obras finalizaron en 1634, resultando un edificio que sigue el ejemplo de la arquitectura conventual del siglo XVII, semejante al Convento de la Encarnación de Madrid.

La austeridad del exterior del edificio no refleja los ricos retablos barrocos que alberga el interior del templo. Destaca el retablo mayor y los dos retablos laterales, que forman un vistoso conjunto que se encargó en 1700 a Francisco Gurrea y García. Para la decoración del templo, existía además una colección de tapices basada en cartones de Rubens únicamente igualada por la de las Descalzas Reales de Madrid.

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