PAMPLONA, PLAZA FUERTE: Murallas, jardines y el Palacio de los Reyes de Navarra
El recinto amurallado de Pamplona ya existía durante la Edad Media, completando la ciudad su defensa con el castillo que había levantado el rey Luis el Hutín en 1308 en el lado este de la actual plaza del Castillo y con las diferentes torres de las mismas murallas y las de las iglesias-fortaleza de la ciudad, como las de San Saturnino, San Nicolás y San Lorenzo.
Sin embargo, cuando en 1512 Fernando el Católico anexionó el reino de Navarra al de Castilla, sus ingenieros militares le aconsejaron renovar todo el complejo defensivo de la ciudad. La importancia de Pamplona como plaza fuerte es obvia, dada su proximidad con Francia, con la que la monarquía peninsular se hallaba en constante conflicto. Además en tiempos del rey Católico los legítimos monarcas navarros se habían refugiado en el país vecino, y todavía albergaban esperanzas de recuperar su reino. Por todo ello la necesidad de dotar a esta ciudad fronteriza de un moderno sistema de defensa urgía, y el primer paso fue construir un nuevo castillo que se situaba donde hoy se emplaza el Palacio de la Diputación.
Construido el Castillo Nuevo, Carlos I se dedicará principalmente a la modernización del cinturón de murallas de la ciudad. Durante su reinado se crearon las “zonas polémicas”, donde estaba prohibida la construcción de edificios. Estas zonas afectaban principalmente al cinturón extramuros, donde existía la posibilidad de que el enemigo se hiciera fuerte en un asedio a la ciudad. La gran construcción defensiva de Pamplona tuvo lugar bajo el reinado de Felipe II, la moderna ciudadela, que motivó la desaparición del ya anticuado castillo de Fernando el Católico. Durante toda la Edad Moderna los monarcas mostraron un gran interés por mantener en buen estado y renovar las defensas de la ciudad hasta que los nuevos avances militares dejaron anticuado el viejo sistema de murallas y en el último tercio del siglo XIX se construyó el Fuerte de Alfonso XII, en el cercano monte de San Cristóbal. Poco después, en 1888, se autorizaba la demolición de parte de la muralla y de dos baluartes de la ciudadela para iniciar así las obras del primer ensanche de Pamplona, que comenzaba a crecer extramuros.
El paseo por las murallas resulta agradabilísimo, ya que en torno a ellas se abren la mayoría de los espacios verdes de la ciudad. Tanto por la parte superior de las mismas como por debajo, desde donde podemos apreciar la potencia de los muros, se puede realizar este recorrido.
Junto al baluarte de San Bartolomé (1), donde se encontraba el fuerte que llevaba su nombre levantado en el siglo XVIII, da comienzo el parque de la Media Luna (2), diseñado por el arquitecto Víctor Eusa en 1935. Ambientado con románticas pérgolas, estanques y parterres, tiene unas excelentes vistas sobre el Arga y la catedral. En él se encuentra el monumento al violinista Pablo Sarasate.
El trazado de las murallas nos lleva hasta el bastión de Labrit (3). En esta zona se encontraba la antigua judería de Pamplona, que tenía su propio cementerio al otro lado de la muralla. El reino de Navarra fue el último de la península en expulsar a los judíos, en el año de 1498. La zona que recorre el frente este de la muralla desde el bastión de Labrit hasta el del Redín (4) se conoce como Ronda Barbazana, ya que pasa por detrás de la capilla de la catedral de ese nombre, y es una de las que se remodelaron en época de Carlos I. Si nos asomamos a la muralla, bajo el bastión del Redín podremos ver la avanzadilla del baluarte bajo de Guadalupe (5) y el puente de la Magdalena (6), uno de los muchos puentes de origen medieval que salvan el río Arga. Recibe el nombre del antiguo hospital que se encontraba al otro lado del río, y por él acceden a Pamplona los peregrinos que realizan el camino de Santiago . Siguiendo el paseo nos encontramos con una de las puertas del recinto amurallado, el Portal de Francia (7), también conocido como “portal de Zumalacárregui”, ya que la tradición cuenta que fue esta salida de la ciudad la que utilizó el general cuando se marchó a movilizar sus huestes en la primera guerra carlista. El portal data del año 1553, y es el más antiguo que se conserva. Bajo él se encuentran el baluarte bajo del Pilar (8) y el revellín de los Reyes (9), y a su izquierda podemos ver el baluarte del Abrevador (10).
Palacio de los Reyes de Navarra.
Seguimos nuestra ruta pasando por el Palacio de los Reyes de Navarra (11), sobre el medio baluarte de Parma (12). Este palacio, hoy convertido en Archivo de Navarra tras la restauración efectuada por el arquitecto Rafael Moneo, fue motivo de disputas entre el monarca y el obispo prácticamente durante toda la edad media. El palacio se construyó en época de Sancho VI el Sabio (1150-1194), y a la misma época corresponde el semisótano del ala norte. La galería del patio es posterior, pertenece ya al siglo XV, y sufrió además reformas en el siglo XVI, cuando se introducen las típicas zapatas castellanas. La portada pertenece a época de Carlos I de España, y se rehizo en 1598, con ocasión de la visita de Felipe II. Tras el palacio se encontraban las huertas y jardines que descendían hasta el parque de Santo Domingo.
Seguimos el paseo por detrás del Museo de Navarra, tras atravesar la cuesta de Santo Domingo, por la zona que se conoce como Paseo de Ronda (13). Bajo este paseo se encuentra el puente de la Rochapea (14), donde se encontraba otra de las antiguas puertas de la muralla, desmontada en el año 1914 y de la que nada más se conserva el escudo, que se colocó en 1960 en el Portal Nuevo (15). Este último se abrió en la muralla en 1950, para facilitar el acceso a la ciudad desde el norte. A través de él llegamos al Parque de la Taconera, donde aún encontramos lienzos de muralla y los baluartes de Gonzaga, la media luna de San Roque y el baluarte de la Taconera, todos ellos realizados a fines del siglo XVII y principios del XVIII. Este parque es el más antiguo de los jardines de Pamplona, y además del monumento a Julián Gayarre, la antigua fuente de la Mariblanca y dos cafeterías donde poder descansar, cuenta con un curioso zoológico con ciervos, jabalís, pavos reales y otras especies en los mismos fosos de las antiguas murallas. En la calle del Bosquecillo, que bordea estos jardines, se puede contemplar el Portal de San Nicolás (16), por el que se accedía al burgo del mismo nombre, que fue construido en 1666 junto con el portal de la Taconera.. Ambos fueron desmontados, pero el primero se volvió a instalar a la entrada de los jardines. El de la Taconera corrió peor suerte, y de él sólo se conservan las inscripciones. Una reproducción del mismo se colocó frente al parque de Antoniutti (17).
LA CIUDADELA DE PAMPLONA (18).
El elemento conservado más importante de las fortificaciones de Pamplona es la ciudadela. Su construcción se inicia en época de Felipe II, en 1571, según los planos del ingeniero militar Giacomo Palearo, conocido como el Fratín, que había participado también en la reforma del castillo de Santa Bárbara en Valencia y en el castillo de Santa Cruz de la Coruña. La nueva ciudadela se acomodaba a los nuevos avances de las técnicas bélicas, que obligaban a defenderse de cañones que tenían un alcance más largo que los utilizados hasta ahora, por lo que el antiguo castillo de Fernando el Católico había quedado anticuado.
De este modo Palearo, ayudado por el virrey de Navarra, Vespasiano Gonzaga, marqués de Sabioneda y duque de Trayetto, proyectaron un edificio defensivo similar a la moderna ciudadela de Amberes, proyectada por el ingeniero Francisco Pacciotoo, un pentágono regular con cinco baluartes en sus ángulos. Los baluartes se conocen con los nombres de San Felipe el Real, Santa María, Santiago, San Antón y la Victoria. Estos dos últimos se derribaron en 1888 para construir el primer ensanche de la ciudad, aunque algunos restos del baluarte de San Antón se pueden contemplar en el auditorio de Pamplona, que recibe precisamente su nombre.
Bajo el virreinato del conde de Oropesa se añadieron medias lunas, conocidas por los nombres de Santa Teresa, Santa Ana, Santa Isabel, Santa Clara y Santa Lucía. La ciudadela se dio por concluida en 1646, siendo en ese mismo año visitada por Felipe IV. Para conmemorar el fin de las obras y la visita real, sobre la puerta principal que se abre a la avenida del Ejército se colocaron los blasones del monarca, del Conde de Oropesa y de don Luis Guzmán y Ponce de León, impulsores ambos de estas últimas obras. Bajo los escudos puede leerse la inscripción que hace referencia a la construcción del recinto en época de Felipe II.
Sin embargo siguieron realizándose nuevas obras, dotándose el interior de la fortificación con otros servicios, como el polvorín, diseñado en 1694 por el ingeniero Hércules Torelli, la Sala de Armas, antiguo arsenal de artillería, proyectada en 1725 por el ingeniero Jorge Próspero Verboom, autor de la ciudadela de Barcelona, el Horno y el antiguo almacén de víveres y bodega, hoy conocido como el Pabellón de Mixtos, construido a fines del siglo XVII y remodelado en 1720 por Ignacio de Sala. Este mismo ingeniero, que había trabajado ya en la construcción de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, fue el responsable también de las bóvedas a prueba de bomba que protegen los accesos a la ciudadela.
La moderna construcción demostró su efectividad, ya que nunca fue tomada por las armas. Sólo una vez fue sometida, y fue por la astucia de los atacantes, que utilizaron como única munición inofensivas bolas de nieve. Sucedió durante el invierno del 1808, cuando por el tratado de Fontainebleau las tropas francesas se asentaron en el exterior de la ciudad al negarse el prudente virrey, el Marqués de Vallesantoro, a alojarlas en el interior del recinto militar. Todas las mañanas sin embargo, los franceses acudían a la ciudadela a recoger los alimentos necesarios para su abastecimiento. El día 16 de febrero, tras una copiosa nevada, los franceses comenzaron a lanzar bolas de nieve a los navarros que guardaban la ciudadela que, animados por el juego, olvidaron sus obligaciones y se encontraron repentinamente rodeados y desarmados por las tropas extranjeras. Poco después se iniciaba la guerra de la Independencia en España.
En el año 1966 la autoridad militar hizo entrega del recinto al ayuntamiento de Pamplona, y hoy sus dependencias se utilizan para realizar exposiciones y en sus jardines y en los de la Vuelta del Castillo que la circunda se encuentran ubicadas una serie de esculturas que han transformado este espacio en un agradable museo al aire libre.