Pamplona Medieval

RECORRIDO POR LA PAMPLONA MEDIEVAL

Los Burgos de Pamplona

El enclave más antiguo de Pamplona se sitúa en el actual barrio de la Navarrería, donde se encuentra la catedral.

El crecimiento de la ciudad se produce tras descubrirse la tumba del apóstol Santiago, cuando Pamplona se convierte en una ciudad de paso para los peregrinos que acudían desde los Pirineos siguiendo el camino francés.

Reyes como Sancho el Mayor y santos como San Veremundo se encargaron de facilitar el tránsito de los peregrinos por tierras navarras, promoviendo la construcción de puentes y hospitales y mejorando los caminos. De este modo el flujo de viajeros hizo que también nuevos pobladores, la mayoría francos, se empezaran a asentar en Pamplona, la primera ciudad del camino. Estos nuevos habitantes sin embargo no se establecieron en la Navarrería, sino que siguiendo el camino de Santiago, colonizaron las terrazas sobre el río Arga.

La nueva población fue confirmada en el año 1129 por Alfonso el Batallador, naciendo así el burgo de San Cernin, cuya posición jurídica era diferente a la de Navarrería. A mediados del siglo XII existía ya otro núcleo de población al sur de San Cernin, conocido como la Población de San Nicolás.

Las relaciones entre los tres burgos siempre fueron tensas, llegando incluso a enfrentarse con las armas en diferentes ocasiones, por lo que las tres poblaciones estaban separadas por murallas defensivas, y sus iglesias servían además de fortalezas.

Guerra de la Navarrería

Tras otros conflictos anteriores, en el año1276 tuvo lugar la “Guerra de la Navarrería”, que concluyó con la destrucción de dicho burgo y del claustro de la catedral románica. Los estragos de dicha contienda nos los relata el cronista Guillermo Anelier de Toulouse:

“Allí veríais a los soldados correr de un sitio para otro. Allí veríais abrir y destrozar féretros, y derramar cerebros y despedazar cabezas, y maltratar a damas y doncellas, y robar la corona al santo crucifijo y coger y ocultar las lámparas de plata, y abrir las arcas y robar las reliquias, los cálices, las cruces y los altares… Y veríais a la Navarrería tan abatida que en un mes no podríais estar bajo techo, al contrario podríais hacer hierba o sembrar trigo”.

La pacificación y unión de los tres burgos no se logró hasta el 8 de septiembre de 1423, cuando el rey Carlos III dictó el Privilegio de la Unión, mandó derribar los muros que separaban las poblaciones, y en la confluencia de los tres asentamientos construyó una única Casa de la Jurería, donde hoy se sigue localizando el actual Ayuntamiento.

La Navarrería y la catedral

Comenzamos el recorrido por el burgo de la Navarrería, donde se encuentra la catedral de la ciudad.

Visto el edificio de frente, su carácter medieval queda oculto tras la portada de transición al neoclasicismo que se levantó a finales del siglo XVIII según las trazas de Ventura Rodríguez. Sin embargo basta con rodear el edificio por la izquierda para encontrarnos en la plaza de San José, donde sí podemos contemplar la original fisonomía de los muros catedralicios y una de sus portadas laterales originales, fechada en el siglo XV.

Merece la pena disfrutar del ambiente silencioso y recogido de esta encantadora plaza. La casa más antigua que encontramos en ella se fecha en el siglo XVI, es la casa número 7, y pertenecía al músico de la catedral. Está realizada en sillar con un arco apuntado de ingreso, y se construyó cuando se terminaron las obras del templo.

Frente al edificio catedralicio se encuentra la calle sin salida llamada “Salsipuedes“, que termina en el convento de las Carmelitas, cuya fachada fue diseñada a fines del siglo XIX por el arquitecto diocesano Florencio Ansoleaga.

El mismo arquitecto proyectó el convento de las Siervas de María, que hace esquina con la calle Redín. Si nos asomamos a esta calle se puede contemplar el pasadizo elevado que utilizaban las monjas para cruzar la calle sin romper la clausura. Podemos recorrer esta romántica calle hasta llegar a las murallas, a la zona conocida como Rincón del Caballo Blanco, que tiene también un particular encanto. Allí se encuentra un mesón que se construyó en los años 60 siguiendo modelos medievales y aprovechando algunos elementos de antiguas edificaciones del siglo XV. Junto al mesón se colocó en los mismos años el crucero del Mentidero (1500).

LA CATEDRAL.

La visita al templo catedralicio resulta imprescindible, ya que es uno de los principales tesoros de la ciudad. El edificio gótico que se conserva sustituyó al antiguo templo románico que resultó seriamente dañado durante la guerra de la Navarrería (1276).

Primeramente se levantó el nuevo claustro, cuyas obras duraron todo el siglo XIV. Se realizó en estilo gótico, con una fuerte influencia francesa. En él destaca la labor escultórica desarrollada en las puertas que dan acceso a las diferentes dependencias, como la puerta del Amparo y la puerta Preciosa, ambas desarrollando el tema de la Dormición de la Virgen.

Antes de penetrar en la catedral podemos admirar la capilla Barbazana, donde está enterrado el obispo Arnaldo de Barbazán (1318-1355), cubierta por una magnífica bóveda estrellada y donde se encuentra la Virgen del Consuelo, el refectorio, hoy convertido en pequeño museo catedralicio, la cocina y la cilla, donde se expone una excelente colección de marfiles y orfebrería, destacando el relicario del Santo Sepulcro, regalo del rey San Luis de Francia, con esmaltes de Limoges, las cubiertas del Evangelio de la catedral, del siglo XIII, o el relicario del Lignum Crucis.

Accedemos a la catedral por la puerta del Amparo, y nos encontramos con un gran edificio que se levantó principalmente a lo largo del siglo XV y que presenta una gran unidad formal y estilística. La catedral de Pamplona sirvió de panteón a los reyes de Navarra desde la restauración de la monarquía en 1134, aunque tras el derrumbamiento de sus cubiertas en 1390 todos los sepulcros existentes se perdieron a excepción de uno, que se conoce como el de “la infantita”, que se encuentra incrustado en el muro sur junto a la citada puerta del Amparo. Se conserva también la sepultura del monarca que intervino más directamente en la construcción del nuevo templo gótico, Carlos III el Noble de Navarra. Sólo por contemplar este magnífico sepulcro situado frente al presbiterio merecería la pena entrar en el edificio. La obra la realizó el maestro Johan Lome de Tournai, llegado probablemente de París, entre los años 1413 y 1419. Utilizó para labrar las esculturas alabastro de Sástago, material en el que modeló con gran perfección los rasgos de Carlos III, la belleza de su esposa, doña Leonor, y la riqueza de los tejidos que los visten.

Además de esta obra, destaca en el presbiterio la imagen de Santa María la Real, románica, los retablos de Santo Tomás y del Cristo de los Caparroso, de comienzos del siglo XVI, dos retablos con tallas de Francisco Jiménez Bazcardo y el soberbio Cristo romanista de Juan de Anchieta, situado en la antigua parroquia de San Juan, donde preside el altar un retablo romanista dedicado al santo precursor.

No se puede dejar de visitar la Sacristía, un oasis cortesano y rococó en medio de la espiritualidad gótica que preside todo el templo.

El burgo de San Cernin

Descendiendo por la calle Curia, llegamos hasta la plaza consistorial, y desde allí tomamos la calle Mayor, por la que nos internamos en el antiguo burgo de San Cernin.

PARROQUIA DE SAN SATURNINO

Los habitantes del nuevo burgo pronto construyeron su propia parroquia según la moda francesa y con una advocación provenzal, hasta el punto de que todavía hoy se conoce esta parroquia con el nombre francés de San Cernin. La tradición cuenta cómo este santo obispo de Toulouse se trasladó a Pamplona a evangelizar a sus pobladores junto al prelado San Honorio. Justo frente al atrio de la iglesia, una placa cubre el pozo donde el santo bautizó a los primeros cristianos de la ciudad.

La primitiva iglesia románica se destruyó durante uno de los diferentes enfrentamientos entre los burgos, por lo que se construyó una nueva iglesia-fortaleza terminada en 1277. El templo contaba con un claustro, que fue derribado en 1758 para construir la capilla de la Virgen del Camino. Esta capilla se construyó con la suntuosidad propia de la época, de tal modo que nos encontramos con la paradoja de que el tamaño de la capilla casi supera el de la propia iglesia. Preside este espacio barroco un retablo trazado por Juan Martín de Andrés. Merece la pena admirar las dos pequeñas tallas que se encuentran en sendas hornacinas a ambos lados del sagrario, representando a la Inmaculada y a Santa Teresa. Fueron traídas desde Nápoles en 1772, y destaca en ellas, además de su gracia y sus elegantes movimientos, su extraordinaria policromía, que viste a Santa Teresa con una capa floreada sobre el hábito marrón carmelita.

El atrio responde a una restauración historicista realizada por el arquitecto de la diócesis, Florencio Ansoleaga, en 1907. En él se encuentra la portada, de finales del siglo XIII o comienzos del XIV, y el sepulcro de los Cruzat, fechado en el siglo XV, que se trasladó desde el claustro.

Por la calle la Campana llegamos hasta la Cámara de Comptos (6), muestra de la arquitectura doméstica del gótico tardío, ya que se trata de una antigua casa señorial que se convirtió en Tribunal de Cuentas del Reino en el siglo XVI. A través de la portada de arco apuntado se accede a un pasadizo cubierto por una bóveda de cañón que termina en un recogido patio.

Cámara de Comptos.

La plazade San Francisco (7) recibe su nombre por el convento de Franciscanos, con su iglesia y la vieja cárcel, que se encontraba ubicado en este espacio hasta su destrucción tras la desamortización de Mendizábal en 1836. La tradición cuenta que el propio San Francisco intervino en la fundación del primer monasterio de franciscanos cuando pasó por Pamplona realizando el camino de Santiago. Al parecer el pacífico santo quedó consternado al ver las constantes luchas que existían entre los burgos de la ciudad, y se desvió de su camino desplazándose hasta Tudela para entrevistarse con el rey Sancho el Fuerte y mediar por la paz entre las diferentes poblaciones.

El burgo de San Nicolás

LA IGLESIA DE SAN NICOLAS.

Esta parroquia se construyó probablemente al mismo tiempo que el Burgo Nuevo que lleva su nombre, aunque las primeras noticias que tenemos datan del año 1177. A causa de las constantes fricciones entre los diferentes burgos de Pamplona, las parroquias formaban parte, inevitablemente, del entramado defensivo de la población, por lo que la iglesia de San Nicolás debió de tener desde su construcción carácter también de fortaleza. Una de estas confrontaciones tuvo lugar en 1222, cuando los habitantes de San Cernin atacaron el Burgo de San Nicolás, incendiando y destruyendo su parroquia que hubo de ser reconstruida. Esta reconstrucción se realizó en época de Sancho VII el Fuerte, en un momento que coincide con la erección de los grandes monasterios cistercienses de Navarra. La huella del estilo del cister se reconoce en la austeridad y sobriedad que preside las naves laterales del templo.

En 1276 los burgos entablaron otra lucha, que provocó nuevos daños en la fábrica de San Nicolás. En época de Carlos III el Noble (1387-1425) se reconstruyeron las bóvedas del crucero y la cabecera, como indican los blasones del monarca que aparecen en las claves de dichas bóvedas. Los constantes conflictos hicieron que los elementos defensivos de la iglesia se reforzaran en el siglo XIV, construyéndose una nueva torre que daba al cementerio parroquial, situado en la plaza de San Nicolás. De la antigua función defensiva de la iglesia queda como testigo el paso de ronda.

En los últimos años del siglo XIX y primeros del XX se inaugura el Primer Ensanche de Pamplona y se urbaniza el Paseo Sarasate, sufriendo los exteriores de la iglesia una fuerte intervención. Se realiza entonces el pórtico, la casa parroquial y se abre una nueva puerta al paseo, reformas todas ellas llevadas a cabo por el arquitecto Ángel Goicoechea, aunque gran parte de las modificaciones estaban ya planteadas por Florencio Ansoleaga.

En el interior de la parroquia encontramos varias obras de interés, como el Crucificado del siglo XV que preside el templo, o la talla del titular, San Nicolás, del segundo tercio del siglo XVI. Además el templo conserva un interesante conjunto de retablos barrocos entre los que destacan los de San Miguel, Santa Ana, San Mauro y el de San Eloy, fechado en 1721 y realizado por el escultor Fermín de Larráinzar. Este último retablo fue costeado por el gremio de zapateros de Pamplona, como reza una inscripción que se encuentra en su base.

En el coro se encuentra el gran órgano, realizado en 1769, que junto con el de Santo Domingo, es el más importante de la ciudad.

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